Se cruza de brazos. Se corre el pelo de la cara. Mira fijo y con un grito ordena al equipo desde el banco de suplentes con tanta euforia que da la sensación de que quiere entrar a la cancha y ponerse la camiseta de la banda para defender a muerte los colores que lleva en la piel.
Matías Jesús Almeyda, ídolo de River Plate, hoy es el flamante entrenador que tiene el Club Millonario y no perdió el estilo de ser un luchador dentro de la cancha si no que, siempre lo fue en toda su vida. Es un modelo de vida. Como el premio que recibió por apadrinar una Asociación Síndrome de Down de la Argentina.
El pelado se acercó a esta entidad gracias a su sobrina Clarita, que padece esta enfermedad y, a una promesa que le hizo a Mariano González otro chico afectado, en el Día Mundial del Síndrome de Down. La promesa, por su puesto, la cumplió.
El
En su infancia, en Azul, vivió en la humildad, pero nunca le faltó el amor de los padres. Donde también aprendió a no creérsela por eso prefiere dar un beso antes que un autógrafo. Además, cuando vino a River a los 15 años, trabajaba para el Club en el sector de limpieza “La verdad me daba mucha vergüenza, porque ya había debutado en primera y cuando yo pasaba por el holl central con los baldes, trapos y la escoba me miraban todos”.
Mientras El Pelado se acomoda el pelo y luego se toca su pulsera, recorre con su mente su infancia y en voz alta agrega que jugaba con sus primos a la pelota en una canchita de tierra. Después, cuando se cansaban, agarraban las bolitas y se divertían con el gallito.
Además de un león dentro de la cancha siente admiración por otros hobbies “Aparte de que soy un muy mal pescador, donde mis amigos pescan, mi viejo hace el asado y yo lo único que hago es comerlo jaja. También tengo la pasión por los fierros”.
A Matías tanto le gustan los fierros que en una oportunidad estuvo compitiendo en el Top Race en un equipo con Gabi Amato “estuvimos un año y medio, pero nos dimos cuenta que no era lo nuestro y vendimos”.
El Chevrolet Hot rod 46 fue su primer auto, que todavía lo tiene, al igual que el Fora 29 que era de su abuelo y un Gordini. Como jugador, primero se compró un 147, un Duna, y una camioneta Toyota.
Además de un león dentro de la cancha siente admiración por otros hobbies “Aparte de que soy un muy mal pescador, donde mis amigos pescan, mi viejo hace el asado y yo lo único que hago es comerlo jaja. También tengo la pasión por los fierros”.
A Matías tanto le gustan los fierros que en una oportunidad estuvo compitiendo en el Top Race en un equipo con Gabi Amato “estuvimos un año y medio, pero nos dimos cuenta que no era lo nuestro y vendimos”.
El Chevrolet Hot rod 46 fue su primer auto, que todavía lo tiene, al igual que el Fora 29 que era de su abuelo y un Gordini. Como jugador, primero se compró un 147, un Duna, y una camioneta Toyota.
“A los comienzos el colectivo 60 de Barracas a Barranca Belgrano je. Pero el que siempre me jodió fue una bolita celeste que cada tres cuadras le tenía que agregar agua al radiador jaja. Esto es para tener en cuenta de donde uno viene y el esfuerzo que se hace. Es algo material, pero el esfuerzo es de uno”.